El universo en el que transcurre esta historia es diferente a lo que todos conocemos.
Este es un mundo donde las personas tienen cabeza de animal en un cuerpo humano.
Hay un hombre con cabeza de elefante, semblante serio y concentrado, vestido de traje que entra a tomar un café.
Un viejo con cabeza de lagarto lleva una gorra y desayuna un orujo acompañado de una gilda picante. Una avestruz desde hace ya un buen rato, mete dinero en la máquina tragaperras sin perder de vista las luces. Una gata vieja se afila las uñas a la vez que come un bollo de mantequilla.
Dos pequeños lemures sorben sus mocos mientras juegan a pillar entre las mesas del bar. De vez en cuando, la gata emite un ruido de desaprobación. No le gustan los ruidos.
La avestruz sigue metiendo monedas, sin inmutarse.
Un perro viejo pide un vino y una vaca lee despacio el periódico en una esquina.
Tras la barra, un mono rojo seca los vasos que acaban de salir del pequeño lavavajillas.
No hay nada fuera de lo común en el bar. El aire de lo cotidiano que se respira hace que todo sea interesante solo la primera vez. Después, el día a día y la repetición casi exacta de los acontecimientos diarios convierten lo extraño en aburrido.
En esto pensaba el mono rojo poco después de las tres de la tarde, en esa hora en la que no viene nadie. Entonces cerró los ojos y tuvo un sueño.
martes, 6 de febrero de 2018
Hola, mundo. Soy yo. Otra vez.
Y tú, ¿qué le quieres contar al mundo?
Es la pregunta inicial que hay que responder cuando uno comienza un blog. Y hay tantas respuestas como blogs en el universo.
Yo sé mucho de cocina, ¡haré un blog para enseñar recetas! Y por arte de magia, aparece en el mundo otro blog que te enseña a cocinar la ternera guisada (por ejemplo).
Yo de cocina no sé. Pero se me da bien montar muebles.
O tunear coches.
Hacer manualidades.
Incluso susurrar a las toallas.
El universo de hobbies es tan grande que no cabe en el mismo universo, menos mal que esto es virtual, que es la definición que más se acerca al concepto del infinito.
A mí es que se me da bien jugar a videojuegos.
A mí la música.
Sí, sí. Nos hemos hecho a la idea. Cualquier cosa que a uno le guste puede ser el centro de un blog para contar nuestras habilidades al mundo.
Y si no sabes hacer nada, no te preocupes, tampoco es necesario. Puedes criticar lo que hacen otros. O criticar a los que critican lo que hacen otros.
O...
¿Qué es lo que yo quiero contar al mundo?
Puede que no quiera contar nada. O puede que quiera que lo sepan todo de mí.
No sé.
Hace años creé un blog (bueno, yo diría que unos quince o veinte). Cuando escribí mi primera entrada imaginé que nadie lo leería nunca. Bueno, tal vez se pasaría por allí un amigo que también escribía un blog con cierto éxito y que sabía y pensaba que -desde luego- era mucho mejor que yo.
Con ese espectador me valía, aunque yo sabía que nunca dejaría un comentario escrito que diera fe de su paso por allí. Que atestiguara que no era un blog desértico, visitado por nadie, comentado por nadie, que no causa ninguna huella. Otro blog vacío que navega por el ciberespacio sin nadie a quien interese.
Resultó que con el tiempo, fue un blog con cierto éxito, muy comentado y con muchas más visitas de las que jamás pude imaginar.
¿Qué era lo que le contaba yo al mundo entonces?
Le contaba que me gustaba inventarme historias. Pero la realidad era que narraba mis sentimientos. Mis pensamientos. Y mis reivindicaciones.
Y así supe que, sin saberlo, quería ser libre.
Y al final, lo fui.
¿Y ahora?
¿Qué es lo que le quiero contar al mundo?
Hum.
Creo que historias.
Historias también.
Veamos qué es lo que dicen de mí todas esas historias.
Es la pregunta inicial que hay que responder cuando uno comienza un blog. Y hay tantas respuestas como blogs en el universo.
Yo sé mucho de cocina, ¡haré un blog para enseñar recetas! Y por arte de magia, aparece en el mundo otro blog que te enseña a cocinar la ternera guisada (por ejemplo).
Yo de cocina no sé. Pero se me da bien montar muebles.
O tunear coches.
Hacer manualidades.
Incluso susurrar a las toallas.
El universo de hobbies es tan grande que no cabe en el mismo universo, menos mal que esto es virtual, que es la definición que más se acerca al concepto del infinito.
A mí es que se me da bien jugar a videojuegos.
A mí la música.
Sí, sí. Nos hemos hecho a la idea. Cualquier cosa que a uno le guste puede ser el centro de un blog para contar nuestras habilidades al mundo.
Y si no sabes hacer nada, no te preocupes, tampoco es necesario. Puedes criticar lo que hacen otros. O criticar a los que critican lo que hacen otros.
O...
¿Qué es lo que yo quiero contar al mundo?
Puede que no quiera contar nada. O puede que quiera que lo sepan todo de mí.
No sé.
Hace años creé un blog (bueno, yo diría que unos quince o veinte). Cuando escribí mi primera entrada imaginé que nadie lo leería nunca. Bueno, tal vez se pasaría por allí un amigo que también escribía un blog con cierto éxito y que sabía y pensaba que -desde luego- era mucho mejor que yo.
Con ese espectador me valía, aunque yo sabía que nunca dejaría un comentario escrito que diera fe de su paso por allí. Que atestiguara que no era un blog desértico, visitado por nadie, comentado por nadie, que no causa ninguna huella. Otro blog vacío que navega por el ciberespacio sin nadie a quien interese.
Resultó que con el tiempo, fue un blog con cierto éxito, muy comentado y con muchas más visitas de las que jamás pude imaginar.
¿Qué era lo que le contaba yo al mundo entonces?
Le contaba que me gustaba inventarme historias. Pero la realidad era que narraba mis sentimientos. Mis pensamientos. Y mis reivindicaciones.
Y así supe que, sin saberlo, quería ser libre.
Y al final, lo fui.
¿Y ahora?
¿Qué es lo que le quiero contar al mundo?
Hum.
Creo que historias.
Historias también.
Veamos qué es lo que dicen de mí todas esas historias.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
La cadena infinita
El maestro pensaba que la muerte era solo la puerta a un estado de conocimiento absoluto. Que una vez muerto, uno podía tener las respuestas...